martes, 15 de marzo de 2011

CONTENIDOS, CONTINENTES Y CONTENEDORES


De pronto tengo percepciones nefastas. Veo y huelo pueblos sin espacios, porque los espacios están ocupados por contenedores de desechos de diferentes características.
Por ejemplo, están los morados que corresponden a los residuos electrónicos. Pero hay que fijarse bien en las rayas: morados con rayas amarillas, corresponden a los teléfonos móviles. Si además tienen lunares verdes, depositaremos allí las baterías. Si rojos, los cargadores. Si azules, las tarjetas de memoria; pero, ojo, sólo las pequeñitas.
El ciudadano recibe una guía completa para que no cometa errores y, en general, todo el mundo está preocupado porque se acabarán los códigos. Es más, ayuntamientos y estado van proponiendo una serie de ventajas fiscales para aquellos que inventen nuevos diseños para todo tipo de basuras ya que las divisiones de clasificación crecen sin parar. Porque está claro que los envases de leche, no pueden echarse junto a los de zumos de frutas, sin ir más allá.
Los habitantes deambulan en medio de ese paisaje minuciosamente parcelado en un colorista y disparatado intento de “plan Cerdá” de los desperdicios.
Y ven crecer, también dentro de casa, las necesidades de clasificación. Y los hogares parecen habitados por enfermos con síndrome de Diógenes.
Ahora, sin ir más allá, las cáscaras de huevo no pueden mezclarse con otra basura orgánica, ya que con ellas las compañías farmacéuticas sintetizan un calcio de primera calidad destinado a fortalecer los huesos de la población.
Es algo como comerse su propia mierda y crear una sociedad sostenible a base de tratar lo tirado y volvérselo vender al que lo tiró. Y no parece mala filosofía, salvo por el hecho de que lo que se vierte no tenía por qué haber llegado a manos del vertedor.
Algunos maliciosos perciben que se trata de un negocio sin precedentes no exento, probablemente, de una difícilmente probada corrupción. Porque se están otorgando licencias para envasar en nuevos continentes no biodegradables, pero sí manipulables, y por tanto necesitados de una nueva codificación.
Hubo un tiempo, ya se que algunos no podréis creerlo, en que no existía el plástico ni sus derivados.
En esa época el fabricante asumía sus propios envasados. Por ejemplo, no podías obtener una nueva botella sino entregabas otra a cambio. Se llamaba “devolución de casco”. Entonces si tu lograbas la absoluta posesión de un frasco, le dabas muchas aplicaciones en el hogar; con él se podía ir a buscar y guardar numerosos líquidos: vino, aceite, leche, agua, alcohol, gasolina…, lo aprovechabas como candelabro, florero o elemento decorativo llenándolo de canicas o caracolas… ¡El mismo recipiente usado una y otra vez!
Los que sabían leer y tenían posibles, compraban diarios que, una vez ojeados, eran destinados a envolver el bocadillo de la merienda, a limpiar culos sustituyendo el actual papel higiénico o como embalaje de distintos artículos en los comercios.
La gente reciclaba de una manera innata, natural y, sobre todo, en provecho propio, no en beneficio del elaborador o del estamento oficial.
Y las calles estaban despejadas, sin ni siquiera un solo contenedor que afeara el paisaje y dificultara el tránsito de nada ni de nadie.
Y en las casas se pasaba con un único recipiente llamado cubo de la basura con lo cual las cocinas se veían desembarazadas, grandes…, y los hogares eran saludables sin acumulación de desperdicios…
La población no pidió las bandejitas de poliestireno, los envasados al vacío, el vidrio no retornable, el tetra pak o los blisters (esos desafortunados y cínicos envases inclasificables porque están hechos de plástico y cartón)…
La industria los impuso, con el beneplácito de los gobernantes, a mayor beneficio de ambos y culpabilizando al pueblo, haciéndole responsable de su recolección en lugar de ocuparse ellos mismos de ello.
Duele el corazón ver a hombres y mujeres de una cierta edad, cargados con cuatro o cinco bolsas, buscando los contenedores correspondientes, tantas veces alejados de sus casas, para ir desechando su contenido por unas aberturas en muchas ocasiones penosamente practicables. ¡Y pobre del que se equivoque porque puede ser sancionado!
Pero, ya lo dije al principio: de pronto tengo percepciones nefastas y la cabeza llena de fantasías.
http://blogs.elpais.com/eco-lab/2010/03/el-dificil-caso-del-tetra-brik-.html
En este momento, y que yo recuerde, contamos ya con la siguiente catalogación citando sólo la de uso ciudadano: medicamentos, pilas, grasas y aceites, papel y cartón, plástico y metal, vidrio, basura orgánica, basura inorgánica?...( Recientemente se ha inaugurado un nuevo receptáculo para tirar las bombillas de bajo consumo y los fluorescentes).