sábado, 9 de agosto de 2014

El Momento Perfecto

Mandala de la Vida (sector)

Lo había abandonado. Me convencí a mi misma de que lo mejor era estar callada.

Y en los mudos archivos de mi ordenador, esperan, descaradamente dispuestos a llenar la pantalla de tu ordenador, varios puntos de vista pendientes de que les de la señal de salida. Pero aun seguirán presos un poco más.

Eso ha sido así, porque he hecho mías las palabras del progenitor de Tambor (sí: el entrañable conejo amigo de Bambi, esa película de Walt Disney que ha estado presente en todas las infancias): Tambor, ¿qué te dijo tu padre esta mañana?... –Si no dices algo bueno es mejor que no digas nada.

Me pasa que, aunque arranque con alguna ilusión, acaban amargándoseme las letras. Y no sé si es cosa de mi carácter que empieza a volverse cascarrabias, o de la situación global que me asfixia.

Pues eso: si no soy capaz de soñar una esperanza, es mejor que no diga nada, sea cual sea el motivo.


Pero, está claro que son mis afectos los que me animan a escribir. Esta vez ha sido Gloria la que me ha dicho:  

-Escribe sobre el  mofesu.

Y, después de tanto tiempo de blog abandonado, con el desanimo que provoca que nadie se haya dado cuenta -ni amigos ni enemigos ni familiares ni hipotéticos lectores-, de mi largo silencio, vuelvo a apostar por él.  

Pues sí señora, voy a compartir lo que yo sé de mofesu.

Lo hago porque, asediada por el desencanto, la miseria, el dolor y la impotencia,  mofesu me ayuda a recordar momentos plenos de los que vale la pena hacer memoria. Y porque divulgar su esencia, tan simple y elemental, es echar un cabo a otros, con vacios parecidos a los míos.

Creo que mofesu debería ocupar lugar en una de esas cadenas, no siempre bienvenidas, en que te ordenan: pásalo. O pásalo a 10 personas de tu agenda y obtendrás……. Consciencia de lo bueno que es algo que te está pasando.

Parece ser que la palabreja se la inventó una amiga de mi amiga, en una contracción de su definición: momentos de felicidad suprema. MOmomento de FEfelicidad SUsuprema. Y esa enunciación sirvió como abanderado entre  familia y amistades, para explicar lo inexplicable.

Esencialmente todos hemos vivido  mofesus y los hemos dejado pasar sin prestarles la atención que merecen.  Son esos soplos de éxtasis, tan intensos que no te caben en el pecho, en el que el mundo se detiene y se te llena el alma de gracia. ¡La fortuna de vivir  ese instante!

No es necesario que sean grandes acontecimientos; por el contrario, se produce con mayor facilidad en momentos cotidianos y sencillos en los que sabes valorar aquel detalle que se ha acercado a ti: la brisa que te acaricia el rostro, el mar embravecido o calmo, la caricia de una mano, la contemplación de una flor, el olor a bosque, la sonrisa de un hijo…  

Algunos Momentos de Felicidad Suprema
Son breves, concisos, pero de una fuerza tal, que te sientes la persona más privilegiada del mundo. 

La amiga de mi amiga explica:

…Poco a poco nos fuimos dando cuenta que, no sólo el mofesu surgía espontáneamente por la especial conjunción o conjugación de varios factores a la  vez, si no que observamos dos cosas fundamentales:
1.     que los mofesus teníamos que cazarlos porque si no pasaban por delante de ti sin que te percataras, además  se tenía que estar atento y muy consciente para que supieras que estabas viviendo un mofesu, y poder disfrutar de él, ya que no tienen una lógica clara y exacta.
2.     y también constatamos, ya que en la vida espontáneamente no surgen tantos mofesus como desearíamos,  que se podían en cierta manera, preparar, organizar, planificar, incluso ayudar a que sucedieran… (sic)
 
Parece ser que entre ellos enarbolaban los mofesu como moneda de relación (hoy no he tenido mofesus, ayer tuve 2, yo tuve 5…) y que, en este momento incluso los conjugan:

MOFESAZO
MOFESITO
SEMIMOFESU
SEUDOMOFESU
SUPERMOFESU
ANTI MOFESU   (sic)

Como observarás fácilmente, esos vocablos definen distintas intensidades de sensación.

¿Me voy explicando? ¿Se entiende de qué hablo?

Pongo un ejemplo:

Rafi, relajada, estaba tendida boca arriba, sobre la arena, mirando el cielo limpio y  azul, a la orilla de un mar también relajado. Las olas, iban y venían por su cuerpo, suavemente, una y otra vez, refrescando el calor intenso. En un momento dado, exclamó: ¡Estoy como Dios! Había más gente con ella, pero sólo ella se sintió así. Era su mofesazo.  

Otra demostración:

Mariano se había encontrado con unos amigos que hacía décadas que no veía y habían ido a celebrarlo yendo a casa de uno de ellos. Después de tanto tiempo de alejamiento, se sentía feliz. Pasados los postres, sentado en un mullido sofá, con los ojos entornados, los murmullos de las voces se le antojaron un canto de sirena. Y se dijo a sí mismo: este minuto no lo cambiaría por nada. Otro momento mofesu.

Por lo que entiendo, un anti mofesu sería el escalofrío siniestro que te produce la factura de la luz, por ejemplo. Pero como yo estoy en mi vena positiva y animada, me niego a considerarlo. El auténtico hallazgo es el momento de felicidad suprema. Y eso no puede ser contradictorio. 

Tal vez lo más destacable de un  mofesu, es que, en realidad, no se necesita a nadie en concreto para notarlo. Y que, además, es intransferible. Algo íntimo que nace y muere en ti. Sólo es tu momento de felicidad suprema. Aunque te empeñes, para los otros sólo puede ser más o menos satisfactorio: la dicha completa es tuya.

Y si algún desaprensivo quiere perturbarme el rollo y se atreve a sospechar siquiera que eso es una evasión o algo que patentiza la alienación en la que nos hallamos, le recordaré que son instantes vividos por nosotros, reales, minutos en que todo fue pleno hermoso, gratificante, y mofesu.

¡Faltaría más!