jueves, 2 de febrero de 2012

PECADORES POR JUSTOS

Ahora que hay tantos “casos abiertos” en tela de juicio, me pregunto ¿la justicia es justa?

Un jurado popular de gente de la calle (esa gente que hace unas décadas fueron capaces de linchamientos y, un poco más allá, de denunciar al vecino por brujería y, un poco más acá, acusar al que envidiaban de masón, judío o “rojo”), ¿de verdad está, estamos preparados para emitir un veredicto? 

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¡Caramba! ¡Qué intuición la mía! Nada más empezar a elucubrar sobre el tema, me desbordan resoluciones y sanciones.


El doble juicio por el asesinato de Marta del Castillo con sentencias de “como no sois chicos buenos os vais a casa y al más malo le castigo de cara a la pared” nos ha dejado a todos, ¿verdad?, con un mal cuerpo, con una indefensión…

¿Y el proceso de los modelines del Sr. Camps? ¿Acaso no nos olíamos que podía acabar así? Porque, vamos a ver, si ese señor tan puesto en duda, fue votado presidente de la Comunidad Valenciana, pese a todo, ¿no nos indica que en su tierra goza de un carisma tan especial que sólo le ven el lado positivo, que obviamente, como todo ser humano, debe de tener? Y como los que deliberaban eran personas de su comunidad, lo resolvieron como si fueran unas elecciones (el más guapo, o porque me gusta su corbata, el candidato que mejor viste....)

Y, a propósito del caso Gürtel, ¿recordamos que fue el juez Baltasar Garzón (hoy acusado de presuntas escuchas ilegales, mira que casualidad), el que instruyó su investigación?



Claro que mis nociones del “jurado popular” vienen sustentadas por bastantes películas y series americanas (“Doce hombres sin piedad”, por ejemplo).  En todas ellas, tras largas deliberaciones, porque les costaba ponerse de acuerdo, el jurado emitía un veredicto unánime. La unanimidad era imprescindible.
Nada de 5 no y 4 sí, como aquí. (¿Eso es mayoría simple o simplemente mayoría?)

Cambio de tercio y me voy con los Duques de Palma. Otro ejemplo de “ecuanimidad”.

A lo mejor te parece precipitado que me meta en este caso, pero es que ya estoy escamada.

Fíjate tu, de entrada, en su afán por dejar impoluto a cualquier miembro de la Casa Real, intentan vendernos una Infanta Cristina atontada y nula que, además de no ser responsable de nada, tampoco se entera de nada. Por lo cual, a ella, a la infanta guapa, no se le imputará n-a-d-a.

He oído hace poco que embargaron las cuentas del matrimonio, por no abonar las cuotas de la Seguridad Social de sus empleados domésticos. Paralelamente, a fin de evadir impuestos en la empresa, declararon y tributaron a la Seguridad Social por unos trabajadores inexistentes.  De todos esos chanchullos,  al tratarse de tan principales estafadores, se salieron “de rositas”, como si nada hubiera pasado.

Si quieres (y si no quieres también), voy a contarte el caso de un autónomo con un solo empleado. Como los negocios le iban mal y no tenía suficiente “pasta”, decidió pagar a ese empleado en lugar de al estado. Le pusieron una multa sustanciosa y le embargaron el coche, porque era el único bien que poseía.


¡Bah! Pero ten en cuenta que era un cualquiera sin pedigrí.


Como me he hartado de leer y oír en los medios, los jueces decidirán si hubo delito o no. ¡Hasta nuestro rey asegura que la justicia es igual para todos!  

Los últimos arbitrajes legales han creado tanto revuelo, que el estado ha dispuesto hacer arreglillos al el código penal. Y de verdad que los necesita.

El Sr. Gallardón, máximo responsable de esos asuntos en esta etapa, propone penas semejantes a “cadenas perpetuas”, rebajar la edad penal del menor,  tasas judiciales, replanteamiento en la elección de jueces, etc. Y todo lo que proyecta y cómo lo proyecta, aun da más miedo.



Uno tiene la sensación de estar siendo absorbido por un pasado remoto e inseguro, socialmente dudoso, con más privilegios para los ya privilegiados y bastantes más complicaciones para los desafortunados. 
  
Puestos a reformar, yo apostaría, posiblemente en un exceso de ingenuidad, por penas que produjeran algún beneficio al prójimo.

No sé porqué me ha venido en mente los trabajos forzados, por ejemplo. 

(Pero, Maya, ¿tú en qué demonios estás pensando?, ¿en el Valle de los Caídos? ¡Pues sí que vamos bien!)

No, no. Nada de megalomanía. Estoy deliberando sobre el aprovechamiento de las posibles habilidades del condenado para ponerlas a disposición de la colectividad. Y por si el recluso fuera un des-cualificado, seguro que quedan carreteras y autopistas para hacer, ya sea como peón o como ingeniero de caminos, bajo un rígido control del personal de prisiones y fuerzas del orden en general. También podrían ocuparse del control de los pinos contaminados de procesionaria o de  la limpieza de los bosques y de las playas, por ejemplo… En fin, esas cosas que estaría bien que se hicieran en todos los municipios y que no se llevan a cabo nunca, por más paro que exista.

Ya que damos habitación, alimento y, a veces, hasta carrera universitaria a nuestros penados, no es de extrañar que algunas “buenas gentes” decidan delinquir para poder dormir bajo techo y comer caliente. ¡Pues menudos tiempos corren!

Una vez leídas estas deliberaciones mías, hasta a mi me parecen disparates.

Pero, por lo menos, a la hora de elegir jurado popular y, habido en cuenta de que, por mucha comunidad autónoma que tengamos, todavía existe el conjunto español para liarlo (sinónimo de ligarlo) indivisamente, optaría por intercambiar las procedencias de sus integrantes (da una sensación de más imparcialidad). Y a la hora del dictamen, me fiaría más del veredicto unánime. Y, como ya sabemos que a los de este país nos cuesta ponernos de acuerdo, pues en última instancia, que decida el magistrado.

Y que paguen los pecadores. Los justos no. 

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