viernes, 8 de abril de 2011

VAMOS A CONTAR MENTIRAS TRALARÁ

Lo dice la canción infantil.

Pero es más que contar: es vivir.

Cuando hice el descubrimiento, sentí una gran inquietud.

Se ve que necesitamos la mentira como el pan que comemos.

No me preguntes porqué pero, al ser humano, al ser parido, ya le crían con engaños.

Y le dan el chupete.

En cuanto tiene uso de razón va recibiendo informaciones falsas:

Los bebés vienen de París. Los trae la cigüeña. Nacen bajo de una col…

¿Qué eso ya no es así? ¿Qué ahora se nos habla de óvulos y espermatozoides?

-Ah, claro. Y sobre todo se nos insta a que hagamos prácticas para que entendamos exactamente lo que se nos explica-.

Precisamente en esta primera fase queda más evidente nuestra adición al engaño, porque ya entonces se demuestra que asimilamos mejor la fantasía que la ciencia.

Llega una etapa en la que determinadas fábulas se vuelven increíbles y entonces, automáticamente, se sustituyen por otras entelequias, para que la ficción siga acompañándonos durante todo el crecimiento:

Las hadas. Los gnomos. El hombre del saco. Los Reyes Magos. Papá Noël. El ratoncito Pérez. El lobo. La Virgen. El príncipe azul. Los premios Nobel de la Paz. No entraremos en la OTAN. En Irak se esconden armas de destrucción masiva. Crearemos tropecientos millones de puestos de trabajo. Retiraremos nuestros soldados de cualquier guerra. Subiremos las pensiones a los jubilados. No se encarecerá el petróleo. No subirán los transportes públicos. Todo lo que dice el Papá de Roma (esto hay que habilitarlo a los cabecillas de las distintas religiones del planeta) es verdad. Erradicaremos la pobreza. Hombres y mujeres ya tienen los mismos derechos. Hoy en día se respetan todas las ideologías. Los catalanes tendrán su estatut. Desenmascararemos a los corruptos. Las grandes fortunas también pagarán impuestos. Desmantelaremos Guantánamo. ¿Energía nuclear?, no pasa nada. Ahora te pago sólo tanto pero, si todo va bien, el año que viene te doy acciones de la empresa. Los trabajadores deben ganarse la vida motivados ………………… ……………… ……………… …………… …………… …………… ………… (aquí hay muchos puntos suspensivos para que tu pongas las mentiras que te dan más morbo).

Paradójica y paralelamente, se nos enseña el valor de la verdad desde el principio de nuestro tiempo. Se nos especifica que debemos ser sinceros y que no hay que mentir bajo ningún concepto, ni puede ser justificado en circunstancia alguna.

Mis padres eran intransigentes al respecto; por encima de todo: autenticidad. Por eso, cuando me enteré de que sus Majestades de Oriente eran los progenitores de cada cual, me enfrenté a los míos y les llamé de todo, incluido embusteros. Se justificaron con la ilusión, el candor, la inocencia, la alegría, la colectividad… Pero yo me enfadé seriamente con ellos y, durante bastante tiempo, no me valió ni una sola argumentación.

Entonces entendí que mi deber era notificar el descubrimiento a mis amigas y a las compañeras de clase, tal vez para amotinarlas contra los adultos hipócritas que nos educaban. Llegó a oído de nuestros preceptores y el resultado fue escandaloso. Los maestros me señalaron públicamente como farsante; a partir de entonces fui oficialmente la mentirosa del centro y, en consecuencia, no merecí el crédito de nadie. (Hoy en día ya debo estar rehabilitada).

Pero lo antedicho es un paréntesis en el escrito, porque el tema no es mi caso concreto: es el caso de todos.

Estoy convencida de que nadie, viva en el país que viva, rece a quien rece –o no rece-, vote al político que vote –o no vote-, sea omnívoro, carnívoro, vegetariano, macrobiótico –o no coma-, hombre o mujer, niño o niña, feo o guapo, rico o pobre…, nadie, lo que se dice nadie, se libra de la norma.

Alcanzamos la edad adulta consumiendo nuestra buena dosis de falacias.

¿Tú podrías decirme dónde, cuándo y quién generó esa regla?

¿Conoces por qué no nos rebelamos ante tan contradictorio sistema?

Es como una gran consigna cósmica que rige nuestra existencia, como un paternalismo universal, ¿no te parece?

Y como todas esas patrañas están ligadas a una promesa de superación o satisfacción (Si no te portas bien, vendrá el hombre del saco. Si te portas bien, los Reyes te traerán lo que les pidas), sólo se me ocurre una explicación:

Nos mienten, nos mentimos, para “hacernos felices”.

¿Tienes una respuesta mejor?

Te lo ruego: házmela llegar.


¿ALGUNOS PENSAMIENTOS PARA LA REFLEXIÓN O EL DIVERTIMENTO?

Los más rezan con los mismos labios que usan para mentir. José Ingenieros (1877 -1925) filósofo y psicólogo argentino.

Las grandes masas sucumbirán más fácilmente a una gran mentira que a una pequeña. Adolf Hitler (1889 - 1945) dictador de la Alemania nazi.

Hay que tener buena memoria después de haber mentido. Pierre Corneille (1606 - 1684) poeta y dramaturgo francés.

De vez en cuando di la verdad para que te crean cuando mientes. Jules Renard (1864 -1910) escritor y dramaturgo francés.

Hay tres clases de mentiras: la mentira, la maldita mentira y las estadísticas. Mark Twain (1835 -1910) humorista y escritor estadounidense.

Nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de la cacería. Otto Bon Bismark (1815 - 1898) estadista, burócrata, militar y político alemán.

Nada es verdad ni es mentira, todo depende del cristal con que se mira. William Shakespeare (1564 - 1616) dramaturgo, poeta y actor inglés.