viernes, 6 de septiembre de 2013

AY…PICARÓN, PICARÓN…


El Lazarillo de Tormes, visto por Goya
Se podría decir que nos hemos sentido tan a gusto con ellos, que hemos sido incapaces de desterrar de nuestra propia idiosincrasia a El Lazarillo de Tormes, a  Rinconete y Cortadillo o a El Buscón, entre otros muchos personajes de nuestras obras clásicas del género, olvidando lo que personificaban en su tiempo y en lo que son hoy para la literatura.

El pícaro no fue inventado por el autor. Él ya existía. Y el escritor se haría cruces si levantara la cabeza y viera cómo ha ido proliferando hasta llegar a nuestros días.

 pícaro, ra.
1. adj. Bajo, ruin, doloso (Etim. disc.)., falto de honra y vergüenza. U. t. c. s.
2. adj. Astuto, taimado. U. t. c. s.
3. adj. Que implica cierta intención impúdica. Una mirada pícara.
4. adj. Dañoso y malicioso en su línea.
5. m. y f. Persona de baja condición, astuta, ingeniosa y de mal vivir, protagonista de un género literario surgido en España.
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¿Qué importa lo que diga la Real Academia de la Lengua?

Nosotros nos quedamos con la acepción 5, y completándola a nuestra medida. 

Para nosotros un pícaro es un tío listo, por no decir inteligente, con recursos suficientes para sobrevivir e incluso destacar, en un mundo de escasas oportunidades si no se es poderoso. Y además es un tipo simpático que suele caer bien. No sabe parar, pero sí esquivar y “colar goles”. (“Colar un gol” a alguien importante, es una hazaña sagaz y prestigiosa. “Colárselo” a un congénere, es un caso de agudeza comercial y, por supuesto, también digna de aplauso).

Requisito importante: el avispado no puede pertenecer a la élite.  Cuando se le imputa a lo que consideramos clase alta (monarcas, jefes de estado, ministros, empresarios, industriales, millonarios, líderes religiosos y otras escalas sociales relevantes), estamos hablando de auténticos sinvergüenzas, de depravados chupópteros que medran gracias al empobrecimiento y sufrimientos de los demás, los llamados normalmente clase trabajadora, aunque no trabaje o estudie o haga chapuzas.

La cosa llega a ser tan enrevesada y competitiva, que existen timos históricos como el tocomocho, en el que el estafador es estafado, o a la inversa.

Hay muchas amas de casa que se han dado de alta como empleadas del hogar autónomas, para poder percibir una jubilación el día de mañana. Y conozco a personas que no han cotizado en su vida porque "su actividad" no tiene registro laboral.

Lógicamente, si el director al acabar el año, agradece mis servicios con un sobrecito que contiene un buen aguinaldo, para escaquear impuestos suyos y míos, lo acepto encantada. E incluso le doy las gracias.

Por supuesto, cualquier apaño que contrate, si me ahorro el IVA, lo agradezco un montón.

Y, si un día tengo pasta, espero que me des las señas de un seguro y hermético paraíso fiscal.

Mucha gente me ha dicho: 

-Si puedo dejar de declarar algo al fisco, lo hago, claro que sí. Ellos me están robando todo lo que pueden. Y ahora con los recortes, más que más.

Los fines de semana y en las épocas vacacionales en general, no recibo prácticamente correo electrónico. La razón es clara: los envíos se hacen desde el lugar de trabajo, no desde el domicilio de uno.

En casa de mi colega Pepa, no faltan paquetes de folios que trae de la empresa donde presta sus servicios.

Los amigos entregamos nuestros documentos importantes a Manolo, para que los fotocopie en la oficina.

Esto que digo no es nada nuevo. Me consta que entre todos podríamos poner un montón de ejemplos. Y solemos defendernos diciendo que los mandamases aun nos quitan más.

También hay otra vertiente para justificarnos: el temor a perder el curro. Yo he estado firmando nóminas de auxiliar administrativa en mi vida laboral para terceros, cuando jamás he desarrollado semejante tarea.

Desde hace años este país, seguro, ha sido el que ha sumado más auxiliares de cualquier oficio o beneficio, llevando a cabo una tarea superior.  Aparentemente, en los negocios españoles no han habido directivos, ni jefes, ni licenciados, ni expertos, ni “seniors” de nada... El motivo salta a la vista, cuanto más baja sea tu categoría laboral, menos se paga por ti al estado.

Dentro del género, asimismo nos complace hacernos pasar por personas más relevantes de lo que somos, por aquello de ver si pescamos algún privilegio o nos admiten en círculos destacados o nos sacamos de encima alguna intromisión indeseable.

Al respecto recuerdo a mi director, que conducía un costoso automóvil de importación cuando un guardia civil intentó desviarlo de su ruta a la espera de una comitiva.

-Usted no sabe quién soy yo-, le exhortó  mi superior, pensando que podría colarse con los otros.

-No –respondió el miembro de la benemérita. –Pero voy a saberlo. ¡Documentación!

Vamos a ver, por ejemplo, ¿quién es el guapo que no ha facilitado los trámites a un pariente o un recomendado, rechazando a otro que reunía más cualidades para un cometido concreto? ¿A eso no se le llama tráfico de influencias, oficialmente? 

¿Qué cabe esperar de un pueblo con dichos tan explícitos como hecha la ley hecha la trampa o las leyes fueron hechas para ser incumplidas o bravuconadas del tipo usted no sabe quien soy yo?

¿A caso podrías imaginarte siquiera a noruegos, suecos, finlandeses u otros pobladores de esos civilizados países nórdicos escurriendo el bulto pícaramente, regidos por semejantes premisas? ¿Te figuras a un miembro destacado del gobierno, del senado, de las cortes, de lo que sea de nuestra tierra patria, dimitiendo por vergüenza ante su mala gestión o su pecado? ¿A qué resulta inconcebible?

Y nos plantamos aquí, ante un auténtico círculo vicioso: qué fue primero, ¿el huevo o la gallina? 

Cuando ellos cambien, cambiaremos nosotros. Cuando nosotros cambiemos, cambiaran ellos.

Cada nación tiene el gobierno que se merece. (Joseph de Maistre)

Esta nación, además de merecérselo, tiene el gobierno que ha elegido. (Maya López Viu)

Travelling de los deliciosos pedos de monja




PD  Que sí, que sí. Que también tenemos alguna cosa buena: el vinito, el jamón de jabugo, la tortilla de patata, el gazpacho, el pa i tomaquet, la paella y esa especie de galletica tan dulce y sabrosa llamada pedo de monja.

 Ay…, picarón, picarón.