Tal
vez te preguntarás porqué he tardado tanto en escribir algo más, y la razón es
que me he quedado sin palabras. Es tan grande el desasosiego y la desconfianza
que me produce la situación actual y las medidas abusivas de la clase
dominante, que no sé qué decir. O no sé cómo decirlo.
Vivo
acojonada. Y se me encoge el estómago de
un modo angustiante cuando el gobierno abre la boca. Porque, como dirían en mi
tierra, el gobierno es un faltado.
Faltada, que eres
una faltada. Cada vez que abres la boca es para faltar.
Este
par de frases definen, a veces, lo indefinible, lo que hace daño al prójimo, lo
que te deja indefenso, es además un insulto importante.
Cuando
el presidente raja por ese pico que tiene, siempre da una consigna que obliga todavía
a un más grande sacrificio que la vez anterior,
forzando a que nos comportemos
como penitentes flagelados que se azotan
en pos del perdón de unos pecados que no hemos cometido o de la promesa de un remoto e incierto paraíso. Nunca
tiene una palabra “caramelo” que nos actualice la esperanza para hoy.
Pero
señor, cuando ya nos hemos cargado el futuro de nuestros nietos, ¿qué otro
futuro nos cabe esperar?
Mientras
nosotros decrecemos, hay una minoría que gana robustez y poca vergüenza, que
jamás ha renunciado a nada. Y no va a empezar ahora, tal como van las cosas.
Apretarse
el cinturón, es cosa de la mediana empresa, los autónomos, los trabajadores, los
obreros clandestinos, los parados -con o sin subsidio-, los enfermos cuidados
por la Seguridad Social, los escolares o los estudiantes que deberían ser
atendidos por el Estado, los jubilados y el resto de pobres y mendigos en
general que, por cierto, no dejan de crecer y multiplicarse.
Añadirle
agujeros al cinturón para darle más ruedo porque no les cabe su creciente
opulencia, es cosa de selectas y poderosas minorías, grandes empresarios,
multinacionales, la banca, la iglesia, la casa real y la tribu política en
general que, por cierto, cada día está más oronda.
Si
alguna vez el pueblo logró algo, lo está perdiendo.
No
te explico nada nuevo, ¿verdad? Tú, como un montón de personas más, sienten lo
mismo que yo ante esa sordera paternal de los estados que van a la suya con
total intransigencia, insolidaridad y sadismo…, diría yo. Porque, vamos a ver
por ejemplo, ese decretar que los analgésicos no estén incluidos en la
seguridad social a causa de que,
simplemente mitigan el dolor y no curan nada, ¿no señala un cierto grado de perversión?
Y,
¿qué me están diciendo? ¿Que normalmente son remedios placebo? ¿Y a mí qué me
importa que sean placebo si ayudan a mitigar el sufrimiento de quien cree en
ellos? Y si son medicamentos mentira, ¿por qué nos lo han estado recetando? Y, ¿por
qué han tenido el cinismo de permitir a
las farmacéuticas seguir fabricándolos?
¡Cuánta
desfachatez!
Para
acabar de arreglarlo, otro asunto que me tiene mosca es la información que circula
por internet comparando los años 1960 con los 2012. Parece que su único
propósito es convencernos de que lo que está ocurriendo hoy en día, es igual
que lo acontecía entonces y que, en consecuencia, no tenemos que preocuparnos
demasiado porque, en esta vida, todo es cíclico.
Que no se alborote el
gallinero: nada de insurrecciones. El agua no llegará al cuello y Dios aprieta
pero no ahoga. ¿Veis cómo no pasa nada? Si al final las cosas se solucionan sin
que los plebeyos metan mano.
Y todo, con aire muy distendido, muy gracioso. Ji,ji y ja, ja.
El
siguiente link es una muestra. Pero seguro que tú has recibido un montón de
correos o te han contado una pila de
chistes, tan o más graciosos que éstos.
Por supuesto que hace tiempo que el estado se
merece nuestras críticas. No en vano nos sometieron con una dictadura y nos vienen
engañando con una “democracia”. Nos dejaron votar por determinadas personas y
prefijados partidos, pero jamás nos preguntaron por el sistema de gobierno, porque no nos consideraron
preparados para ello y porque, en el fondo, Franco lo había dejado “bien
atado”.
Llámame mal pensada si te parece, pero, digo yo,
esas reseñas de tantos años atrás, ¿tenían que aparecer, sin sponsors que le
den cuerda, precisamente es estos momentos de desesperanza colectiva?
Y
en definitiva -¡qué fallo y qué vergüenza!-, porque, es bien cierto que aunque
no sé cómo puedo ejercer una oposición efectiva, no me resigno a resignarme.
Tampoco
quiero ser pájaro de mal agüero.
¡Ahhhhh!
–me relajo- Menos mal que aun existen momentos gloriosos en la historia de
España.
Como
debes saber, los han personalizado el Gobierno Autonómico Vasco y la Junta de
Andalucía.
Ambos,
en una manifestación de total desacato, se han negado a recortar en sanidad,
además atenderán a cualquier emigrante -sea legal o ilegal, tenga o no tenga papeles-,
que necesite cuidados médicos (¿dónde dejaron las derechas su tan cacareada "caridad cristiana"?). Y por supuesto, tampoco quieren mutilar la enseñanza. A
favor de sus principios, están dispuestos a llegar donde haga falta: al
Tribunal Constitucional o a Estrasburgo, si es necesario.
Los
vascos además, para más gloria por parte de su Parlamento, han prohibido usar municiones de goma para
aplacar manifestaciones: que el pueblo, joven o viejo, porque diga la suya o
vaya al futbol, no es acreedor de la muerte, ni siquiera de perder la vista.
Ya
ves, aunque me cueste creerlo, también hay dirigentes que se merecen un
respeto. Y un aplauso. Y una
solidaridad. Y una adhesión.
Déjame
que grite: ¡¡¡¡¡AD-HE-SIÓN!!!!!! A ver si me oyen los presidentes de las otras
autonomías, que parece que estén sordos, ¡joder!