o como informar para que nadie se entere
Todo empezó
el día que recibí por correo electrónico la comunicación del maltrato
sistemático de una gran población de gallinas, a fin de centuplicar la obtención
de huevos.
Ya no me extraña aquello de que a uno se le pone la piel de gallina porque, pobres gallinas, no hay para menos.
Resulta que
a los huevos les imprimen unos números que nos explican (es un decir) un montón
de cosas: tamaño, país de procedencia, granja de origen y forma de cría. En
realidad, éste es el primer carácter del código y el que me sobrecoge en sobremanera.
Por si no
ha llegado a tus oídos (parace ser que el consumidor no tiene porqué saber qué
significa), resulta que los dígitos van del 0 al 3. El 0 pretende revelar que
la ponedora vive en libertad, sin presiones y alimentándose con lo que va
picando aquí y allá, además de ingerir pienso que procede de agricultura
ecológica. Normalmente esos huevos son más caros aunque los granjeros ganen
menos dinero. A partir de esa cifra, la gallina va perdiendo progresivamente
libertades hasta llegar al 3. El 3, que tan buenas vibraciones tiene (significa
la “totalidad”, el pasado-presente-futuro, la trinidad, el primer número impar,
la primera figura geométrica que se cierra, etc, etc…) es un drama en el mundo
de las gallinas -y en el de las gentes impresionables como yo-: hacinadas en
jaulas bien estudiadas para que no se ensucien de excrementos, con alas y picos
mutilados para evitar que se muevan o se piquen entre sí, sobrealimentadas, siempre
con luz artificial para que no exista ni día ni noche y coman y pongan
constantemente… No dejo establecer un paralelismo entre la explotación de las
gallinas y los seres humanos. A fin de cuentas, en ambos casos, lo que prima es
la producción.
No tengo
remedio, no sé porqué me sale otra vez la vena “guerrillera” y hablo de
sociología, aunque sea de gallinas, cuando en realidad lo que quiero abordar es un
asunto de información. Porque,
ahora que ya te lo he explicado, te reto a que vayas a comprar media docena de
huevos número 0 en cualquier autoservicio.
La pregunta es, si
no puedes elegir la crianza antes de comprar, ¿a qué viene la información? Es
más, ¿a quién están informando?
Pues no te
pierdas esto: adquieres una malla de limones para preparar unos mojitos y…, lee,
lee: tratado con imazalil y thiabendazol (¡si no lo conoce y ni el word que
lo está subrayando en rojo!)
Pero
Google, sí sabe:
El Imazalil es un fungicida sistémico inhibidor de
la biosíntesis del ergosterol “sic”
Imazalil http://www.ecocaja.com/blog/2010/05/mermelada-de-naranjas-a-las-ceras-de-imazalil/ (Descubierto en otro blog)
Tiabendazol. Fármaco que se utiliza en el tratamiento de
las infecciones por lombrices “sic”
El Tiabendazol es un compuesto químico con
propiedades fungicidas. En la industria alimentaria se suele emplear con el
código: E 233 “sic”
¿Debo creer que cuando son a granel el agricultor
no les pone "venenos comestibles"? ¡Anda ya!
¿Qué
demonios está pasando para que un limón, un simple y natural limón, necesite
semejante tratamiento? ¿Y a quién se lo dicen? ¿Alguien puede entender la jerga?
Pero, ¿quieren realmente informarnos?
¿Te
acuerdas de la época en que nos preocupaban los aditivos que llevaban la letra
E y una cifra? Se editaron tablas que parecían las de “la ley” en las que se traducían
las equivalencias y te avisaban si eran o no, sustancias perjudiciales (siempre
resultan cancerígenas) para la salud.
Me hablan
de que se habían llegado a conclusiones más transparentes sobre el tema en no
sé qué cumbre, pero ante la oposición de los comercializadores que temían
quedarse con “el culo al aire”, decidieron dar marcha atrás. Y nos quedamos con
el geroglífico.
¿Y qué me
dices de los etiquetados que escriben: puede contener trazas de…? ¡Marranos!,
¿es qué no saben pasarle un agua a la maquinaria cuando cambian de producción o
qué?
No me cabe
en la sesera el cómo podemos ser más longevos que nuestros abuelos porque, si te
paras a hacer un repasito de lo que te metes en la boca, es para morirse, además
de precisar con urgencia una licenciatura en químicas. Y si no te mata, te van
a dar escalofríos, por cruel o incompleto u oculto o mentira o aclaración
encriptada.
Y a
propósito de inexactitudes, fraudes alimentarios y escamoteo de verdades, si
te interesa el tema, deberías entrar en la página de mi amigo Andreu, un
holandés, catalán por los cuatro costados, totalmente conocedor de la materia
porque, además de cocinero y otras muchas cosas, es un tío legal.
Andreu, a
raíz del escándalo de la carne de caballo (la carne de caballo es comestible y
sana pero, en este caso, se hacía pasar por carne de buey), analiza un montón de etiquetas de preparados
cárnicos en nuestro país y te explica con pelos y señales, como las
legislaciones del otras naciones europeas, gestionan las falsedades que han
descubierto en ellas.
A Espanya però, no miren tan prim. Amb un
sol cop d'ull a mitja dotzena d'etiquetes de carn picada fresca i de preparats
de carn de boví n'hi ha prou per constatar que ens prenen el pel. “sic”
En España no son tan
escrupulosos. Con un solo vistazo a media docena de etiquetas de carne picada
fresca y preparados de carne de vacuno hay suficiente para constatar que nos
toman el pelo.
Manda “güevos”:
¡lo que somos capaces de tragar, en todos los sentidos!