miércoles, 11 de mayo de 2011

LA INMENSA MINORIA (el ácido desencanto de la democracia)

Algunos ejemplos, seleccionados a dedo, de la clase política

Ya empezamos. Se nos vienen encima. Abordamos otra vez elecciones.
Y mira, no quería dejarlas pasar sin decir la mía.  
No sé si te sucede lo mismo, pero yo tengo la sensación de ese “deja vu” que tanto me aburre.
Nada nuevo. Las eternas descalificaciones e insultos entre los pretendientes de los distintos partidos que, por otra parte, han estado presentes durante toda la legislatura. Las mismas promesas, porque nada ha cambiado.  Sabiendo, todos ellos, que no podrán modificarlo. Que no está en sus manos. Que nunca estuvo en sus manos.
(¿Cómo pretender que de esta supercomentada crisis es responsable el gobierno actual, cuando todo los países la están sufriendo? Si los contrarios tienen la solución, ¿por qué son tan poco solidarios y se la guardan? –Por otra parte, a mi España no me parece tan determinante en el concierto mundial-.)
Me repito: no está en sus manos. (Al respecto, permíteme recomendarte la lectura de una obra poco divulgada de Jean Paul Sartre: El engranaje.)
Claro que lo que sí podrían realizar, tampoco lo llevan a término en cuanto les cueste más dinero del que puedan malversar ellos mismos.
Los candidatos intentan seducirnos y la mayoría nos dejamos seducir. Probablemente, porque no hemos estado demasiado instruidos en democracia. Pero, ya me doy cuenta: estoy siendo injusta. Los países con democracias añejas y sólidas, hacen lo mismo que nosotros. La mayoría, cae en el hechizo.
Salvador Pániker decía algo así como: “ser mayoría no significa tener razón”. Y a mi entender, estaba en lo cierto.
La mayoría es irreflexiva, visceral, impulsiva, emotiva, apasionada, cándida, confiada…, necesitada de creer en dioses y en que les tocará la lotería.
La mayoría es útil para mover, empujar, romper…, hacer fuerza en general. Pero no para analizar.
Probablemente, quien analiza es esa minoría decepcionada e irrelevante que nunca está representada en un gobierno.
Pero cuidado, la mayoría, a fuerza de sentirse traicionada por los unos y los otros, va razonando, aprendiendo, desconfiando, y se cambia de bando pasándose al lado de la minoría.
Entonces, la abstención en las urnas crece: la minoría se hace inmensa.   
¿No te llama la atención que después de unas elecciones, los partidos se pregunten el porqué tanta gente ha dejado de ir a votar o han votado en blanco, y digan que someterán a un serio análisis esos resultados?
¿Es qué no tienen ojos en la cara? ¿No crees tú que está más claro que el agua?
Eso es lo que yo llamo: el ácido desencanto de la democracia.
Voy a proponer aquí una utopía.
         1.- Quedan totalmente excluidos de listas electorales, individuos involucrados en casos de cohecho y de corrupción, hasta que se determine la absolución de los mismos, quedando anulada la presunción de inocencia para este fin. (Tendrán que esperar a las nuevas elecciones, por si acaso.)   
2.- Recuento de votos, con su correspondiente valor, que podamos entender todo el mundo, sin necesidad de doctorarnos en “recuento de votos democráticos”.
3.- Todos los votos que no lleguen a sumar para tener un representante, irán directamente a la papelera, sin engrosar la cuenta de los votos de otros partidos con amplia representación. (No nos importará la cantidad, sino la claridad y la calidad. Saber dónde va nuestro voto, en pocas palabras.)
4.- No se admitirán, bajo ningún concepto, componendas ni pactos electorales destinados a hacer triunfar a un perdedor. Será nuestro representante el que haya obtenido más votos en las urnas. Y punto.
5.- Se verán con buenos ojos las colaboraciones entre partidos, sean de la ideología que sean, en beneficio de la comunidad general, no la particular. Por el contrario, quedan totalmente prohibidas las oposiciones sistemáticas a las propuestas del adversario, sin tener en cuenta la bondad de las mismas.
6.- El electo, así como toda la formación de su gobierno, deberá declarar su patrimonio antes de tomar posesión de su cargo y, como es lógico, cuando renuncie a él o termine la legislatura. 
Como ya se ha dicho que la mayoría es impulsiva, de un modo paternalista, sí, paternalista, crearemos unos mecanismos de defensa de nuestra nueva democracia. (Hasta podríamos cambiarle el  nombre. ¿Te gusta “Deogracias”? La denominación viene del latín medieval y significa “el hijo largamente esperado”. Hasta tiene sentido, ¿no?)

7.- Se habilitará al Tribunal Constitucional, por ejemplo, (este tribunal está integrado por “Los Magistrados del Tribunal, elegidos por mandato constitucional entre juristas de reconocida competencia, son independientes e inamovibles”.
o se creará uno nuevo (mal asunto porque eso sería más gente comiendo la sopa boba), con atribuciones para deponer a cualquier mandatario que incumpla alguna de sus promesas, siempre y cuando no justifique que lo hace en función de un bien superior, y sustituirlo por el que le sigue en número de votos.      
Observarás que en esta ficción, lo de menos es el individuo ganador, el llamado a sustentar el poder. Porque al fin y al cabo, prima la honestidad sobre la ideología.
También ten en cuenta que sería un diseño válido para todo tipo de elecciones: de estado, municipales, autonómicas, consejos de administración, sindicales, de cámaras de comercio, de asociación de vecinos, de patronatos, de ongs…
¿Qué se me ha “ido el tarro” y escribo sandeces?
Puede ser. Pero estoy abierta a nuevas ideas.
¿Quién da más?