miércoles, 8 de junio de 2011

GLUTAMATO, SACARINA, CICLAMATO Y EL PUEBLO VALENCIANO

Circulando por Internet: La Capilla Sixtina Valenciana



Menos chistes y ni una chirigota, que esto es serio.
¿Qué podría hacernos romper una rutina? ¿Quién podría poner memoria a nuestra amnesia? ¿Por qué tenemos tanta facilidad para el perdón y la tolerancia? (O, en lugar de perdón y tolerancia, ¿tendríamos que definirlo como acomodamiento e inmovilidad?) Llegado un momento de “madurez” (es un decir), ¿somos capaces de ver más allá de nuestras propias narices? Con el uso de razón, ¿perdemos la facultad de razonar? El sentido común, ¿nos impide progresar?
Bueno. No se trata de seguir haciendo preguntas y más preguntas sin proponer ni una sola respuesta.
Lo mejor es que te ponga en antecedentes de lo que vendrá a continuación.
Andalucía, Canarias, Comunidad Valenciana y Galicia fueron las autonomías con mayor número de candidatos a las elecciones municipales y autonómicas imputados en casos de corrupción, prevaricación urbanística, cohecho o tráfico de influencias.
Especialmente notorias por el rigor de las incriminaciones, a todos nos dejaron atónitos las listas valencianas. A todos, incluidos a los propios valencianos.
No hace falta que te lo cuente, ¿verdad?
De una manera oficiosa, que no oficial, fueron desarrollándose campañas solidarias que pedían la desaparición de semejantes representes en el censo de sus partidos.
Por un momento, pareció que los de su propia afiliación les negaban el apoyo.
En Internet se intentó recabar firmas para alejarlos de la política, por lo menos, hasta que se demostrara su inocencia.
Sus paisanos salieron a la calle en manifestación numerosa, oponiéndose a sus candidaturas porque decían querer listas limpias.
Y al final, para gran sorpresa de propios y ajenos, los cuestionados reconquistaron el poder y salieron vencedores de-mo-cra-ti-ca-men-te: repetían legislatura.  
Lo que en cualquier país civilizado sería motivo de bochorno imposible (hasta Italia esta vetando ya a Berlusconi), aquí no fue más que una candidatura ganadora.
En el resto del territorio nacional nos hacíamos cruces: ¿Cómo es posible?, ¿cómo es posible? Estos valencianos…
Para mí que los valencianos no es que estén hechos de una pasta especial, no, están hechos de la pasta española. Y los españoles estamos hechos de la pasta del ser humano…
Y verás porqué lo digo.
En los años sesenta y pico, setenta, acaparó la atención ciudadana el conocimiento de que el glutamato, síntesis química utilizada para potenciar sabores en la alimentación (sopicaldos, cubitos, hamburguesas, comidas enlatadas, etc.), y escondido normalmente en la lista de ingredientes dentro de códigos que van del E-620 al E-635, estaba compuesto por sustancias tóxicas altamente cancerígenas.
La alarma entre la población fue general, no sólo aquí, sino en muchas naciones del planeta.
Algo parecido pasó con el azúcar que también tuvo mala prensa (lo de su contribución a la obesidad aún perdura), dando paso a otros edulcorantes que han ido posicionándose en la alimentación: La sacarina, derivado del petróleo, 300 veces más dulce que el azúcar y aparentemente, también cancerígena. O el ciclamato, usado especialmente en bebidas carbónicas, con tal mala prensa, que ha sido prohibido en países como Estados Unidos, Japón o Inglaterra.
En fin, para qué alargar la lista.
En todos los escándalos alimentarios (y los hay periódicamente), la población cierra filas y la reacción es inmediata boicoteando todo producto que incluya los componentes cuestionados.
Las personas dejan de consumirlos y los industriales que fabrican con estos elaborados se ven al borde de la ruina. Incluso a veces han llegado a legislarse leyes (véase lo antedicho del ciclamato).
Pero pasado el pánico inicial, es como si la toxicidad hubiera remitido como por arte de magia. Sí, sí. Como si milagrosamente todos los nefastos componentes hubieran conseguido bula papal y, no sólo fueran inofensivos, sino, quién sabe, si hasta beneficiosos para la salud.
Y digo yo, si en situaciones en las que podemos enfermar seriamente, en las que nos va la vida, somos tan condescendientes, ¿por qué nos extrañan los resultados electorales de la Comunidad Valenciana?
Voy a darte aun otra prueba de nuestro extraño comportamiento.
Vamos a cenar a un restaurante con una carta impresionante llena de platos exquisitos. Entre las propuestas, una que te gusta un montón (sueñas con ella porque además ahí la preparan como nadie), pero que te sienta como una patada en el estómago, especialmente por la noche. Con un poco de suerte estarás indecisa, pero irás argumentándote motivos por los cuales debes darte el capricho (vete a saber cuándo volveré por aquí, a lo mejor me ha cambiado el metabolismo, ¡bah! por una vez, igual lo cocinan de una manera más ligera, tal vez el cocinero ha aprendido que no se puede condimentar así…)
En el tierra valenciana se presentaron a las urnas 8 partidos, más o menos adecuadamente condimentados: los 2 partidos de siempre, más seis y; de esos 2 partidos de siempre, uno de ellos, era  “plato” bien sabido.
Y con esa indulgencia que nos caracteriza (¿tendrá algo que ver la moral cristiana que nos dice que hay que absolver los pecados “setenta veces siete”, o que nos enseña a poner la otra mejilla?), va y elegimos al que está en entredicho.
Si no es así, acógete a este “progresista” y descriptivo refrán español:
Vale más malo conocido que bueno por conocer.
¡Menudo axioma! Pues así nos va.